
¿Qué es un bibliotecólogo? Una respuesta no técnica para explicar una profesión que debería explicarse por sí misma.
No adentrare en sí, el término es atractivo o no, si en vez de bibliotecología debería adoptar el nombre de su paralelo europeo, biblioteconomía. O quizá su nombre debe de una vez reemplazarse por su apodo, ciencias de la información.
Mi deseo con este escrito es que hasta un niño entienda que hacemos. No porque el niño sea simple, por el contrario, porque la niñez es complejidad, y sobre todo aprendizaje.
La duda, como característica del infante, los mil ¿Por qué? Para saciar mentes que no cansan de preguntar hasta llegar a la arrogancia de la adultez que pretende entenderlo y comprenderlo todo.
Sin ahondar más en las supremas facultades infantes o denigrando de los déficits de la adultez. Me encontré con este reto cuando empecé a estudiar esta carrera en la Universidad de Antioquia.
Los primeros en preguntar son los jueces primarios de cualquier individuo, la familia. Que al no saber de qué trataba la carrera, la definieron como “gente que estudia para organizar libros”. Con el tono despectivo correspondiente, seguido de una comparativa con cualquier carrera de “renombre”.
El disgusto se hizo notar, más aún en mi caso, pues dejaba de lado mis estudios en ingeniera de sistema e ingeniería de telecomunicaciones.
En ese momento cometí un error al tratar de explicar con tecnicismos. A que es lo que pretendía dedicar parte de mi vida, al usar términos como:
Transferencia de la información, unidades de información y catalogación.
Parecía yo el que les daba la razón. Cuando solo hablaba de términos que ni yo mismo lograba del todo entender. Era como un leguleyo, utilizando términos legales y palabras rimbombantes para defender un cliente cuyo crimen es indefendible.
En ese momento me di cuenta el error o, mejor dicho, crimen de ignorancia que estaba cometiendo.
El gremio del que me rodeaba, y aún me rodeo hoy, tienen sus versiones de ¿Qué es un bibliotecólogo?
Algunos se bautizan, promotores de lectura, catalogadores, analistas, difusores, científicos de la información, o mejor utilizar el nombre de la especialización.
También están los que no deben decir que son, porque respiran y transpiran su profesión.
De estos últimos es que logre encontrar guía para dar respuesta a esta duda sobre mi profesión. Ni la biblioteca tenía la respuesta, y esto me emociono, pues ya tenía la primera parte de la respuesta.
El bibliotecólogo no solo facilita el material para la información, la descarta para crear nueva, y la acompaña para difundirla.
A pesar de tener un inicio, seguía siendo algo inútil para explicarlo a un niño.
Aunque dije que no volvería a hablar de las facultades de la mente del niño.
Es inevitable volver a este como punto de partida, pues el conocimiento es memoria, por ende, hay que volver al niño.
Las veces que sea necesario, para tener claridad.
Pasados un par de semestres, ya me encontraba laborando. Y allí aconteció algo que sería el segundo y tercer paso para lograr la definición de ¿Qué es un bibliotecólogo?
Se me dio la compleja labor de hacer la “hora del cuento” a un grupo de niños que no superaban los 7 años de edad.
Sabía que con ellos no servía el “presten atención” o hagan una fila. Todos y cada uno era un universo completo, con lenguajes distintos, enfocados en sus cosas. Había que ser un políglota de la vida para lograr desviar la mirada de todos esos niños a donde yo quisiera señalar.
Mi estrategia fue ser visual, algo obvia, ignorar el tablero y usar los muros, forrar todo con papel y hacer a cada niño parte de la historia; yo narraba y ellos dibujaban los muros con crayolas, pinturas, marcadores y tiza, cada uno hacía su versión del castillo, sus dragones y montañas.
Ya era yo el que no sabía qué hacer con tantas versiones de lo mismo, hasta que uno me robo toda la atención, sus manos totalmente azules, como su recreación, su castillo era azul, su dragón era azul, su sol, las flores y cada detalle era azul.
Y azul me iba a quedar si no saciaba mi curiosidad; le pase a aquel niño otros colores y me los rechazo, para no ofuscar al pequeño, me reduje a preguntar ¿Por qué solo azul?
La respuesta fue tomarme del dedo con toda la palma de su mano pintada y llevarme al patio descubierto de aquel lugar, señalar al cielo y dejarme en silencio, con su respuesta simple, pero contundente, es el color más grande.
Los dos avances que tome de ese encuentro que aún me acelera el pulso.
El primero es que el significado de las cosas debe regirse, antes que, por saciar generalidades, saciar el deseo propio, y parte del sentir, por ende, de la vocación, evocación e invocación, por ellos existen personas que pese a tener un estudio, certificado o experiencia, no son lo que dice en sus papeles, sus hechos hablan por ellos. Aunque con esto nos ponemos filosóficos, es importante entender cómo entendemos parar intentar dar aproximaciones la satisfacción en la duda.
El segundo avance es que todavía estaba lejos de hacer entender a un niño lo que es un bibliotecólogo, y que para lograr esta comprensión el lenguaje que debía usar era el de la lúdica.
Siempre me gustaron los juegos cuyo único riesgo fuera la derrota sin laceraciones y fracturas, por eso las cartas y juegos de mesa eran de mis favoritos, y en uno de estos y la simplicidad de sus símbolos identificar al de todero de las carreras universitarias, al que pasaba por medicina sin ser del sector salud, a quien pasaba los artículos y lecciones legales sin ser abogado, al que identifica la mitocondria sin microscopio, al Guinness récord que tiene el récord de ser el libro más robado de las bibliotecas, al que podríamos llamar “et al”, el bufón, el comodín o el joker.
Y esto le expliqué a mi niño interno.
Existen profesionales, que son como un AS, biólogos, matemáticos, artistas, ingenieros, que pueden ser un 7 un 10 o un 3, se pueden identificar con cualquier carta de la baraja que usted querido lector está proyectando en su cabeza, el bibliotecólogo es un joker, nunca seremos psicólogos, neurólogos, politólogos o economistas; pero para que esos profesionales sean los mejores de su área, en la mano de cartas que tenga la existencia en ese momento, somos ese comodín, el complemento para una investigación, para saciar una duda, un puente, un facilitador, y a su vez un privilegiado que aprende de todos.
Gracias a esta carrera, he aprendido cuanta cosa he querido, pues el fundamento de este mundo, es aprender a buscar.
Entonces podemos decir que un bibliotecólogo es alguien que sabe buscar, que acompaña, que enruta; es el comodín, que te dará la mano de la victoria ante el juego de Póker de la duda.
Suena simple, pero no lo es, y menos en tiempos de excesiva información, de la basura se puede sacar reciclaje, pero hay que saber buscar entre la basura.
Sé que puedes estar insatisfecho con a la respuesta, tan simple, tan pequeña, pero hablamos de una carrera que se vive más desde la pasión por ayudar, con ausencia de protagonismo, aunque tenga el ego de adentrarse en terrenos ajenos.
Por ello es quijotesco y es romántico, como la infraestructura que nos cobija, la biblioteca, que es centro de las universidades, hace mucho ya había resuelto la duda, estamos para todos, así como cualquier necesidad.
Espero no haber resuelto del todo tus dudas, para que nunca pares de buscar tus propias respuestas.
Fuente:
Escritos inmaduros de la universidad.
Por: Andrés Valencia Tobón
Bibliotecólogo de la Universidad de Antioquia.

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